Ahora que el papel de la SIDE está en cuestión, puede resultar útil recordar cómo accionaba la DAIA en su defensa durante el proceso. Publicado en el 2003, para el 9º aniversario, y en pleno juicio oral por el atentado a la AMIA:
La llamada
causa AMIA es una permanente puja entre secretos y verdad, entre razones de
Estado y Justicia. Los servicios de Inteligencia del Estado (SIDE) oficiaron en
la causa AMIA como verdaderos instructores, investigando y decidiendo qué se
incorporaba al expediente. Tal como
algunas voces aisladas venían advirtiendo y el juicio oral está poniendo en
evidencia, tanto la policía como la
SIDE han hecho y deshecho a su antojo, produciendo como
resultado un proceso judicial condicionado, plagado de vicios, y con los
principales actos probatorios sujetos a posibles nulidades procesales, por
cuanto no resisten el menor análisis. A tal punto, que la historia oficial con
la mecánica del atentado se parece más a un acto de fe -del cual no se pude
dudar- que a una reconstrucción de lo acontecido. La pérdida de pruebas ha sido
escandalosa, y no puede obedecer a simples casualidades, sino más bien a
causalidades.
Resulta
imperioso levantar los velos de silencio y encubrimiento. En este tema, una vez más, la querella
oficial y “Memoria Activa” se han mostrado con serias diferencias, que hasta la
llegada de Kirchner a la presidencia de la Nación parecían quedar relegadas al anecdotario
del juicio. Pero algo cambió. Y en la DAIA surgió una profunda preocupación.
Ya en los
primeros meses de audiencias del juicio oral para todos quedaba claro día a día
que tal o cual prueba había sido aportada por la SIDE, o que determinados
elementos habían sido extraviados, o que ciertos testigos habían sido
“visitados”, o que existían investigaciones cuyos resultados se desconocían,
etc.
Cuando la
querella de “Memoria Activa” pidió que se cite a declarar al ex jefe de la SIDE y a una serie de
miembros y planteó para ello la inconstitucionalidad de la ley secreta de
Inteligencia primero, y luego de un decreto firmado por el presidente Duhalde,
la abogada de la DAIA
no se manifestó de acuerdo con cuestionar la validez de esas normas. El Tribunal Oral había ordenado las
fundamentales declaraciones de 14 agentes de los servicios, y el levantamiento del
secreto sobre los sumarios internos del organismo, pero la SIDE se negó y apeló la
medida mediante recurso de Casación presentado por el entonces titular Miguel
Angel Toma. Duhalde defendió por decreto la postura de Toma limitando, además,
a unos pocos agentes la autorización y con limitaciones que en definitiva garantizarían
que el secreto sobre lo realmente ocurrido seguiría imperando.
(…) Mientras la DAIA aún se encontraba
distribuyendo la resolución de “apoyo” a su pedido de no investigar la
investigación, se produjo una verdadera revolución, sin su participación ni
control: Kirchner, esta vez a pedido de la AMIA, el 5 de junio de 2003 firmó un decreto que
libera de secreto los sumarios internos de la SIDE que habían sido pedidos por el Tribunal
Oral. Y la noticia fue anunciada en la sala de prensa de Casa Rosada en
conferencia de prensa al finalizar una reunión del presidente Kirchner, el
secretario de la SIDE
Sergio Acevedo y el ministro del Interior Aníbal Fernández
con los directivos de la AMIA
encabezados por su presidente Abraham Kaúl. Este último, no dudó en declarar que
“por primera vez en nueve años el Estado argentino ha tomado el atentado a la AMIA como una causa del
Estado argentino”.Y, por primera vez, una noticia de semejante envergadura no
era anunciada por la DAIA. El tema había vuelto a
ponerse sobre el tapete cuando trascendió que la defensa de uno de los acusados
por el atentado a la AMIA
presentó documentación que prueba que cuarenta días antes
del atentado a la mutual, la SIDE había “pinchado”sin
orden judicial cuatro teléfonos de la Embajada de Irán y de su Consejero Cultural en Buenos
Aires, Mohsen Rabbani, quien está vinculado al armado de la trama terrorista, y
quien tuvo a su secretario político colaborando con Galimberti y la campaña
presidencial de Menem.
La SIDE habría tomado la decisión de intervenir los teléfonos ocho días
después de recibir un cable de Cancillería que alertaba sobre la posibilidad de
un segundo atentado en la
Argentina impulsado por Hezbollah. Las cintas de esas escuchas telefónicas son
uno de los tantos elementos que la
SIDE ocultó a la Justicia. Y es una de las pruebas que demuestran
que muchas de las escandalosas irregularidades denunciadas por los críticos de
la investigación tienen base cierta. Irregularidades que excederían el
propósito y la extensión de este trabajo referir, pero que hoy ya son
advertidas incluso por quienes en la propia comunidad seguían ciegamente los
dictados de la DAIA. Kaul declaró que “si la SIDE tuvo un alerta significa
que antes del atentado estaban trabajando. Y si del sumario interno que se hizo
surge que luego hubo desvíos en la investigación, ocultamiento de pruebas y
obstrucción de la Justicia,
estaremos mucho más cerca de conocer la verdad”. Esta posición difiere
radicalmente de la línea de la
DAIA y acerca a la
AMIA al discurso que sostiene desde hace años “Memoria
Activa”.
Fuera de los
discursos,habrá que ver
cómo se resuelve esa contradicción en el Juicio Oral, por cuanto los abogados contratados
por la AMIA
forman una única querella unificada con la DAIA, a la cual siguieron paso a paso, claramente
en contra de lo que actualmente manifiesta Kaul. Paradójicamente, las investigaciones de lo
ocurrido en la SIDE
comenzaron cuando el ex prosecretario del juez Galeano, Claudio Lifschitz,
denunció irregularidades gravísimas y actos de encubrimiento provenientes tanto
de los servicios de inteligencia cuanto del propio juez. La
AMIA querelló a Lifschitz conjuntamente con la DAIA pidiendo prisión contra
él por “violación de secreto”. ¿A quien sirve realmente semejante acción?. ¿Es más importante como valor jurídico el
secreto que la verdad, en un atentado donde fueron asesinadas 85 personas? Para algunos, evidentemente sí".
(“CASO AMIA, LA DEUDA INTERNA”. Julio 2003.
Informe especial de Horacio Lutzky, Editorial Mordejai Anilevich/Nueva
Sión).
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