En la foto, Luis D´Elía, con el jefe montonero Roberto Perdía (por la agrupación O.L.P., “Organización Libres del Pueblo”), Fernando Esteche -el líder piquetero de “Quebracho” rentado por Irán- , y el Sheij Abdul Karim Paz, todos juntos por Hezbollah en la mezquita At-Tahuid. Fuera de cuadro se encontraba el ex piquetero Emilio Pérsico. En mi libro “Brindando sobre los Escombros” (2012), expliqué las relaciones que sostuvieron Rodolfo Galimberti y un sector de Montoneros con el agente iraní Mohsen Rabbani desde fines de los años 80. Después de los atentados, Anzorregui puso a Galimberti a colaborar con la SIDE en el encubrimiento. La mano derecha de Rabbani en la embajada de Irán, entre otras cosas, colaboraba en la revista “Jotapé” de Galimberti, que hacía campaña a favor de la elección de Carlos Menem. Y en el capítulo 6 de “Brindando” describí cómo en 1991, un año antes del atentado a la Embajada, la misma agrupación “religiosa” que pide la destrucción de Israel, organizó una serie de actos de contenido similar bajo la batuta de Rabbani, uno de los cuales fue entonces narrado por un colega, y por mí publicado en el periódico que entonces dirigía. El supuesto carácter “pacífico” de los amigos de D´Elía quedó expuesto, con apología del crimen incluída:
"En uno de sus viajes a Irán D´Elía se fotografió en compañía del sospechoso incriminado por la Justicia argentina Mohsen Rabbani, y tiempo después le realizó desde Buenos Aires una larguísima entrevista apologética para su programa de radio “Cooperativa”.
Rabbani se encuentra formalmente imputado como uno de los presuntos organizadores del atentado contra la AMIA, y en los años previos a las masacres en Argentina procuró nuclear a militantes extremistas antiisraelíes, a través de actos y virulentas convocatorias de diverso tipo, ninguna de las cuales tenía tono pacifista, religioso o cultural, como pretenden sus defensores locales.
A modo de ejemplo vale el siguiente antecedente. En la edición del periódico Nueva Sión del 4 de mayo de 1991 –diez meses antes del atentado a la Embajada- fue publicada una crónica de Jorge Hasper sobre un acto llevado a cabo el 11 de abril de 1991 por el “Día de Palestina”, en un salón ubicado a metros del Congreso Nacional. En la nota, titulada “Jomeini en Buenos Aires”, Hasper explicaba que “parte de la Capital fue empapelada con posters de gran tamaño que convocaron al público a asistir al acto del Día de Palestina a realizarse en Rivadavia 1815, primer piso. El nombre de la entidad organizadora llamó poderosamente mi atención: los Hermanos Musulmanes argentinos. El movimiento madre de esta corriente fue fundado en Egipto por Jasán el Bana en 1929, y si bien en sus comienzos se ocupó de captar adherentes y hacer obra social, más tarde se inclinó hacia la vía de las armas y la violencia”. Hasper continuaba describiendo que “al ingresar al recinto (un gran salón de fiestas repleto de sillas) me llamó poderosamente la atención que la pared del escenario estaba semicubierta por la bandera argentina de guerra (con el sol) y por la iraní. En el centro del escenario, se ubicaba una tarima con la bandera palestina y una kefiah (pañoleta) blanca y negra y frente a ésta (del otro lado del salón) un puesto de venta de revistas y material islámico acompañado por posters del extinto Ayatola Jomeini (“El Imán Jomeini vive en los corazones de todos los musulmanes del mundo”), postales de la Intifada, fotos de mezquitas (“El islam es el tercer camino”), y un escudo de David que se consume en el fuego... Una de las revistas en venta en este “puesto” era El mensaje del Islam, editada por la comunidad At -Taujid (La Unidad), cuya central se encuentra en San Nicolás 674, en el corazón de Floresta. Este dato es indispensable para entender lo que sucedió en el acto: la revista ‘El Porteño’ en su edición de noviembre de 1990 publicó una nota titulada “Floresta Musulmana” en la cual se refería a esta comunidad y a su líder espiritual: Imán Mohsen Rabbani, iraní de 37 años de edad, que ingresó a nuestro país en 1983. Sí, acertaron, el Imán Mohsen Rabbani estuvo presente en este acto y, con él, gran parte del cuerpo diplomático iraní, con sus respectivas esposas e hijos (en total unas ciento cincuenta personas, y entre ellas unas siete mujeres vestidas con chador)”. Más adelante, la nota se refería a la arenga del “espiritual” Rabbani: “el diplomático persa abrió su alocución con una cita de Jomeini: ‘Israel debe desaparecer de la faz de la tierra’, siguió con conceptos como ‘...ese tumor maligno llamado Israel’, y no se olvidó de fustigar a Egipto y de ensalzar a Jaled el Istambuli, el soldado que dio muerte a Anuar el Sadat, el primer mandatario árabe que firmó la paz con Israel y fuera asesinado por ello. El agregado cultural, haciendo una innegable apología de la violencia dijo que el proyectil que mató a Sadat fue disparado en representación de los musulmanes del mundo entero”, relataba la crónica publicada en 1991 en Nueva Sión. Rabbani vino a la Argentina con el fin de procurar implantar la versión más extremista del islamismo, aquella que ensalza el odio y la muerte. Por aquellos días, en el centro de Buenos Aires aparecieron afiches firmados por “Hermanos Musulmanes Argentinos” convocando a una marcha contra el escritor del libro Versos Satánicos, Salman Rushdie. En 1989, un edicto religioso o fatwa leído por el ayatollah Khomeini por Radio Teherán había instado a dar muerte a Rushdie por apóstata. También llamaba a ejecutar a los editores que publicaran la obra, y llegó luego a ofrecer una recompensa de tres millones de dólares a quien matara al escritor. En los meses siguientes se produjeron numerosas manifestaciones contra el libro en diversas partes del mundo, incluyendo quemas de librerías. En 1991, Hitoshi Igarashi, traductor de la obra al japonés fue asesinado en Tokio y el traductor italiano fue golpeado y apuñalado en Milán. El perturbador activismo de Rabbani y otros funcionarios iraníes no encontró ningún límite por parte de las autoridades nacionales, abocadas a turbios negocios de armas en los que intervenían compatriotas de aquéllos. Y, notablemente, incluso tuvo eco favorable en algunas organizaciones sociales que difícilmente podrían sobrevivir bajo el teocrático régimen iraní, como un importante sindicato. Sobre ello, en la edición del 19 de agosto de 1994 de Nueva Sión (Nº784) fue publicada una nota de Alberto de Renzis bajo el título “los fundamentalistas locales”, en la que alertaba que la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) “en dos oportunidades por lo menos puso el anfiteatro de la entidad gremial a disposición de entidades fundamentalistas y de corte más o menos fascista, para rendir homenaje al ayatollah Komeini al cumplirse un nuevo aniversario de su fallecimiento”. El autor, miembro del Movimiento contra el Racismo, la Xenofobia y la Discriminación, así como de la desaparecida agrupación Orientación Socialista, hacía especial referencia al acto desarrollado el 2 de junio de 1994 con la presencia del embajador de Irán Hadi Soleimanpour. Entre quienes hicieron uso de la palabra estuvo el director de la revista El Mensaje del Islam (y colaborador de la revista Jotapé de Galimberti), Shamsuddín Elía, publicación que según De Renzis venía siendo “una tribuna de oscurantismo religioso, de racismo antijudío y de discriminación a la mujer”. De modo que los intentos del régimen iraní de cooptar para su causa a líderes sociales y punteros locales no comenzaron con las recientes invitaciones a D´Elía y a los activistas de “Quebracho”, sino tiempo antes de los atentados en Argentina, y con discursos de barricada muy lejanos al tono espiritual que le quieren acreditar sus apologistas a Rabbani".
Fte.: "Brindando sobre los Escombros" (2012)
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