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  Información contra el encubrimiento. A 30 años del atentado a la AMIA, la impunidad y el ocultamiento de lo sucedido tiene responsables. E...

jueves, 9 de abril de 2015

"CASOS CERRADOS": GÉNESIS DEL ENCUBRIMIENTO



Mi nota para la revista "CONVERGENCIA" del mes de abril:

La denuncia de Nisman contra la presidenta y el canciller Timerman,  y la investigación de su muerte,  han venido a sumarse como dos nuevos escenarios para operaciones políticas de cabotaje y también de alto vuelo,  al igual que ocurriera con las pesquisas de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA.

Es notable -pero no sorprendente-  advertir en buena parte de los factores de poder,  y especialmente del establishment comunitario,  que mientras se muestran indignados y encolumnados respaldando la endeble acusación de Nisman hacen “mutis por el foro”  respecto de la causa por el escandaloso encubrimiento ya verificado en detalle,  con procesamientos firmes confirmados por la Cámara Federal,  y que ha languidecido esperando desde hace años el comienzo del demorado juicio oral.  Proceso en el que entre otras irregularidades,  se indagará sobre las razones que motivaron el ocultamiento de la llamada pista siria o sirio-iraní-local,  sentando en el banquillo al ex presidente Menem,  el comisario “Fino” Palacios, el destituido juez Galeano, su mentor y jefe de la SIDE Jorge Anzorregui,  y dos altos funcionarios de los servicios de inteligencia y  policiales: Juan Carlos Anchézar  y Carlos Antonio Castañeda.    Además, esperan el juicio oral los ex fiscales Mullen y Barbaccia, y el ex presidente de la DAIA Rubén Beraja,  entre otros,  con relación a la coima de más de US400.000 pagada a Telleldín para comprarle una declaración falsa con los mismos propósitos desviacionistas.          
Los principales imputados por el encubrimiento, y la espantosa causa AMIA,   fueron fervorosamente defendidos una y otra vez por la institución que se arroga la “representación política de la comunidad judía”, y que hoy marcha en primera fila como presunta heredera del fiscal muerto.  A lo largo de los años,  su consigna unificante ha sido “no hay que investigar la investigación”.  Sus ex presidentes, incluyendo al propio Beraja,  volvieron al escenario y se reunieron en estado de "asamblea permanente",  convocados por el ex titular de DAIA Jorge Kirszenbaum.  
Pero,  como en estos temas ha sido abolido el principio de no contradicción, se soslaya  que la causa por irregularidades y por el encubrimiento de la pista siria y local (que no descarta la participación de agentes iraníes),  había sido puesta en marcha por el propio fiscal Nisman mediante una acusación que le valió una reprimenda de la Embajada de los Estados Unidos,  ante lo cual se disculpó y nunca más volvió a persistir por ese camino.  Es interesante recordar que el pedido de procesamiento de esos involucrados en el encubrimiento,  presentado por el fiscal el 22 de mayo de 2008,  motivó al día siguiente un encuentro reservado entre el operador político de la DAIA Alfredo Neuburger y miembros de la embajada de Estados Unidos. Según un cable de Wikileaks, Neuburger les dijo a los funcionarios que el pedido de procesamiento a Menem y otros por el encubrimiento es en realidad un intento del gobierno de sacar de la tapa de los diarios el conflicto con el campo y la inflación, y transmitió a sus interlocutores en la embajada que la dirigencia de la DAIA estaba sumamente preocupada por que la causa AMIA fuera nuevamente usada para dirimir cuestiones domésticas.   En tándem, el abogado y asesor de DAIA Agustín Zbar llamó al fiscal Nisman para cuestionar su ímpetu investigativo.     Nisman decidió entonces querellarlo penalmente porque afirmó haber sido coaccionado por el gestor de la DAIA para que no continuara investigando en torno a las mencionadas irregularidades de la causa.   Según afirmó el fiscal, el hombre lo habría amenazado telefónicamente, diciéndole que si no paraba de investigar al destituido juez Galeano y a los ex fiscales  “te tiro la comunidad encima”.  Ante la querella promovida,  se presentaron como defensores de Zbar los abogados Jorge Kirszembaun (el ya mencionado ex presidente de DAIA, asesor de Beraja, defensor penal además de Fernando de la Rúa) y Juan José Ávila.  Este último actuó en el juicio oral por el atentado,  defendiendo en nombre de la AMIA lo realizado por el ex juez Galeano y sus adláteres,  codo a codo con la abogada Nercellas.   Las pruebas de Nisman sobre las presuntas amenazas resultaron insuficientes y la querella no prosperó,  pero el conflicto quedó en evidencia.  En ese momento,  Nisman no era un héroe para la DAIA.
Lo cierto es que el 1 de octubre de 2009, el Juez Federal Ariel Lijo, en un fallo de más de 300 páginas, dispuso el procesamiento de los imputados por su participación en maniobras de encubrimiento y eliminación de pruebas de la llamada “pista siria”, que se urdieron bajo directivas de Carlos Menem y con instrucciones del hermano presidencial Munir Menem.   El detallado fallo -que por el momento dejó afuera a algún personaje de importancia como el ex ministro del Interior Carlos Corach-  fue confirmado por los jueces de la Cámara Federal,  para disgusto de la dirigencia comunitaria.   Cabe recordar que varios de los máximos referentes de la DAIA participaron como testigos en favor del juez Galeano en su proceso de juicio político,  y que luego desfilaron en apoyo del nombramiento del comisario “Fino” Palacios postulado por el intendente porteño Mauricio Macri,  con la colaboración de su funcionario Claudio Avruj,  ex director ejecutivo de la DAIA.  
La pista siria no se investigó, entre otros motivos, por las razones que recién ahora reconoce un ex jefe del Mossad:
“El presidente era Carlos Menem, que era primero sirio y después argentino. En la Casa de Gobierno, gran parte del trabajo se llevaba adelante en árabe. Es cierto que Menem vino de visita a Israel, fue muy simpático y se presentó como gran amigo del país. Pero eso fue sólo para los medios.  (…)  Es posible que elementos en la policía o los servicios de seguridad hayan ayudado, directa o indirectamente, a quienes planificaron y cometieron los atentados” (reportaje de la periodista Jana Beris con el jefe del Mossad en la época de los atentados en la Argentina, Shabtai Shavit,  publicado el 5 de marzo de 2015 en el diario "La Nación").
Si el máximo responsable del reputado servicio israelí considera que “es posible que elementos en la policía o los servicios de seguridad hayan ayudado, directa o indirectamente, a quienes planificaron y cometieron los atentados”,  es inexplicable que los investigadores locales no hayan profundizado la mirada sobre las groseras zonas liberadas que antecedieron los dos atentados, y que ni la embajada y las instituciones afectadas hayan reclamado en ese sentido.
En el libro Mossad, la Historia Secreta (1998)[1], el periodista de investigación Gordon Thomas refiere la reacción del organismo de inteligencia israelí al producirse la voladura de la embajada de Israel en la Argentina.  El equipo que viajó a Buenos Aires a inspeccionar las pistas del atentado envió informes muy críticos al titular del Mossad (el mismo del reportaje de La Nación), mencionando relaciones superficialmente cordiales con los investigadores argentinos, pero aludiendo a su asombrosa incapacidad.  Citaban ejemplos de importantes pruebas forenses,  como los escombros de la embajada destruida,  removidos y retirados antes de realizar una adecuada investigación.  Más adelante dejarían constancia de que “la investigación propiamente dicha no se había iniciado hasta seis años después de la explosión”,  lo cual pudo corroborar la comisión de juicio político a la Corte en el año 2002. Gordon señala que “el equipo del Mossad empezó a sondear discretamente el pasado del presidente y la primera dama”  y que descubrieron que “Menem tenía vínculos cercanos con miembros de grupos terroristas, dentro de la comunidad siria en la Argentina”.  Semanas después del atentado,  el entonces embajador de Israel en la Argentina, Yitzhak Shefi,  comenzó a poner en duda las versiones que señalaban en forma unidireccional a Irán y a terroristas inhallables como ejecutores del ataque.  Shefi informó a Tel Aviv que  -a diferencia de lo difundido públicamente-  el día de la explosión  los dos guardias de seguridad que normalmente se encontraban frente a la embajada estaban ausentes[2] Uno de ellos había trabajado previamente seis años en la embajada siria.   “El equipo del Mossad  -refiere Gordon Thomas-  descubrió que Zulema Menem compartía el lugar de nacimiento  -el pequeño pueblo de Yabrud, en Siria-  con una figura bien conocida para el Mossad.  Se trataba de Monzer Al Kassar, un veterano traficante de armas y drogas cuyo círculo de amigos abarcaba desde Oliver North hasta Abu Nidal, consagrado con el título de “gran maestre del terrorismo mundial”.  Thomas cuenta que “en Buenos Aires, el embajador Shefi se había mostrado desdeñoso con el presidente Menem por ´aferrarse a la idea disparatada de que un grupo neonazi llevó a cabo el atentado´.  También acusó a los investigadores argentinos de ´arrastrar los pies´.  Su acusación era que no sólo Irán estaba detrás de lo sucedido sino que también Siria estaba implicada. Tácitamente apuntaba a que el presidente Menem debía responder algunas preguntas.  Menem elevó una protesta ante Shimon Peres”.  Shefi fue entonces llamado “a consulta”,  para no regresar,  y fue reemplazado por Yitzhak Avirán, “un cauteloso diplomático de carrera con fama de no agitar el bote.  Empezó por calmar los temores de los judíos en la Argentina y apaciguar a Menem y sus consejeros”,  según refiere el autor de la investigación sobre el servicio secreto israelí.   Thomas relata que tras el atentado contra la AMIA el grupo del Mossad que había sido disuelto tras archivarse el caso del atentado a la embajada fue enviado a Buenos Aires a trabajar en los escombros con perros entrenados para ese tipo de circunstancias.  Como  la vez anterior, el grupo del Mossad llegó y se fue sin conseguir nada.  En privado,  sus miembros dudaban de que alguien en concreto fuera directamente acusado por ninguno de los dos atentados,  y señalaban ineptitud y obstrucciones por parte de los agentes locales.    Cuando tiempo después se produjo un cambio en la dirección del Mossad y asumió un nuevo jefe, Danny Yatom,  oficiales superiores le pedieron reabrir estos casos.   Pero el pragmatismo político indicaba que Siria no estaba entre los objetivos prioritarios,  rol ocupado por Saddam Hussein.   Y “reabrir una investigación que podría muy bien desenterrar desagradables nexos entre el presidente argentino y la tierra de sus antepasados ya no era una opción viable.  Durante los años posteriores, Menem había seguido jugando su papel de honesto mediador entre Siria e Israel.  Era mucho más importante para los amos políticos del Mossad que lo siguiera haciendo.  Se le comunicó a Yatom que los expedientes de ambos atentados debían continuar cerrados”,  afirma Thomas.      Y así fue.  

[1] Ediciones B Argentina S.A.,  2001 para Javier Vergara Editor.
[2] En el documental “El Tercero en Camino” del periodista Shlomo Slutzky, un irritado Shefi señala como ridícula la versión justificatoria de la ausencia del policía que se dijo estaba acompañándolo.  En realidad,  no fue el único efectivo policial que al momento del atentado desapareció de su lugar asignado en la sede diplomática. Asesoré como voluntario a la Comisión de Juicio Político a la Corte/ por la falta de investigación del atentado (2002) y en tal carácter pude compulsar las declaraciones y actuaciones judiciales.  El agente Ojeda se retiró del frente de la embajada a las 14,15 horas del 17 de marzo de 1992,  sin esperar su reemplazo como era su obligación.   El reemplazante agente Chiocchio no concurrió a las 14,00 horas como debía,  ni arribó al lugar cuarenta y siete minutos después,  cuando ocurre la explosión. Tampoco cumplieron con su deber los agentes del móvil policial de la comisaría 15,  Soto,  Acha y Laciar,  quienes tenían la obligación de solucionar la ausencia de custodia,  pero en cambio se marcharon raudamente del lugar,  invocando un hecho policial que no se corresponde con el horario. 

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