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  Información contra el encubrimiento. A 30 años del atentado a la AMIA, la impunidad y el ocultamiento de lo sucedido tiene responsables. E...

martes, 30 de octubre de 2018

EL PÁJARO OSCURECE SUS PLUMAS - APUNTES SOBRE LA INFAMIA DE JUAN JOSE SALINAS


por Jorge Elbaum* y Horacio Lutzky

El periodista Juan José Salinas (a) “el pájaro”, ha  completado un llamativo giro en relación con su descripción e interpretación del atentado a la AMIA/DAIA. El derrotero de su “investigación” (que no es más que una suma incoherente de datos) se inicia en sus diferentes (disímiles) versiones sobre el hecho trágico que segó la vida de 85 personas. En publicaciones anteriores ha afirmado que los autores de la masacre tenían relación con grupos fundamentalistas musulmanes. Más tarde que la camioneta Trafic fue utilizada para llevar a cabo el atentado. Y ahora que los israelíes fueron autores o cómplices del mismo. En su último libro, “La infamia” pasa a sostener la autoría israelí de la masacre, incorporando como fuentes de su “revelación” a conocidos militantes judeofóbicos, interesados en culpabilizar a las víctimas de la tragedia, profundizando de esa manera en las yuxtapuestas líneas de encubrimiento encargadas de impedir el acceso a la verdad plena que merece la sociedad argentina y fundamentalmente los familiares de los asesinados.  

El inicio cronológico de la escritura del libro de Salinas es coincidente con una oferta realizada por él mismo a las autoridades iraníes. Este hecho quedó expuesto en una de las grabaciones autorizadas por el juez Canicoba Corral en relación con las investigaciones del atentado, que fueron difundidas tras la lamentable denuncia de Nisman y su posterior muerte:

Alejandro Khalil: Bueno, ¿qué me querías comentar hoy o decir?
Luis D'Elía: No…, vino a verme Juan Salinas.
Alejandro Khalil: Juan Salinas, sí.
Luis D'Elía: ¿Qué opinión tenés de él?
Alejandro Khalil: Y... creo que cambió un poquito Juan.
Luis D'Elía: ¿Está mejor?
Alejandro Khalil: Positivo. Sí, sí, sí.
Luis D'Elía: Tiene un material interesante.
Alejandro Khalil: Creo que me comentaste algo.
Luis D'Elía: Y quiere ver si interesa. Yo le dije le voy a preguntar a Yussuf. Sí Yussuf está de acuerdo vamos a verlo a quien vos sabés.
Alejandro Khalil: Sí, sí, sí. Está muy bien. Sí… sí. “

Cuando Salinas fue consultado sobre el particular, no desmintió el contenido de ese intercambio. Sólo lo imputó a la tramitación de “unos pesos” para hacer “un documental” que finalmente no prosperó.[1] Pero dado que Salinas “cambió un poquito”, los servicios ofrecidos a los contactos iraníes parecieron haber sido de suficiente interés como para reconfigurarse en formato de publicación gráfica.  De hecho, “Infamia” termina afirmando la hipótesis de que el atentado a la AMIA/DAIA en realidad fue perpetrado por israelíes, descartando cualquier elemento de participación islámica en el mismo. Según uno de los integrantes de la delegación que concurrió a la República Islámica de Irán en 2007, el “pájaro” escribió ese libro a pedido de Teherán, que habría financiado su “investigación”. Según esa misma fuente, que por ahora guardaremos en estricta confidencialidad, así se explicaría el rotundo cambio de conjeturas que atraviesan sus textos.


    Invitación de Juan José Salinas a la presentación de su libro “La Infamia”



Si se salvaron, ergo, son sospechosos

El opúsculo de Salinas cita como supuestas fuentes válidas las conspirativas argumentaciones de conocidos nazis, y negacionistas como Norberto Ceresole y José Petrosino, olvidando que el primero de ellos fue un activo operador de Mohamed Alí Seineldín y Aldo Rico. Ceresole, además fue expulsado de la República Bolivariana de Venezuela por entablar una polémica (curiosamente) vinculada al atentado de 1994. En esa oportunidad el canciller de Caracas, José Vicente Rangel –quien tiempo después llegaría a ser el vicepresidente de Hugo Chávez—fundamentó la expulsión de Ceresole por el contenido “asqueroso y despreciable” del libro publicado en 1996 por el argentino, titulado “Terrorismo y fundamentalismo judío”. En ese libelo, publicado en 1996, el que fue el asesor de los carapintadas sostenía que los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires habían sido obra de organizaciones judías fundamentalistas. El siguiente párrafo, del elogiado por Salinas en su libro Infamia muestra a las claras el tenor de rigurosidad de sus fuentes.

La sustitución de la realidad es la condición de existencia del judaísmo. A lo largo de la historia se produjeron innumerables ejemplos de falseamientos de los hechos, como el más significativo de todos: la construcción del Mito del “Holocausto”. Pero por el momento nos interesa ubicar esa metodología sustitutoria en el núcleo de la cuestión judía en la Argentina. Toda la actividad de Inteligencia desarrollada por los judíos (comunidad residente, lobby judío-norteamericano y Estado de Israel) a partir del segundo de los atentados terroristas es una típica actividad de sustitución de realidad.[2]

Aquella no fue la única vez que Ceresole fue expulsado de Venezuela. En una oportunidad anterior, fue invitado por las autoridades venezolanas a abandonar el país, en 1995: en esa ocasión el destierro se fundamentó en las reiteradas manifestaciones de apoyo a los golpistas carapintadas,[3] La catalogación de “asqueroso y despreciable” del entonces canciller Rangel y la desautorización del propio presidente de Venezuela (Chávez) acerca del (inexistente) asesoramiento de Ceresole,  aparecen como curiosamente omitidas en las casi diez páginas que le insume a Salinas el panegírico alabatorio del ideólogo carapintada, con quien sin embargo coincide en sus hipótesis centrales.[4]

Presentación de la infamia en el portal que administra Salinas, “Pájaro Rojo”.

La publicación de Salinas aparece como repleta de datos supuestamente objetivos articulados en forma claramente carente de logicidad, con el único interés de revictimizar a las víctimas, bajo una intencionada pátina de rigurosidad. Una de las aseveraciones desubicadas remite a que es el Shin Bet (organismo de inteligencia dedicado a la seguridad dentro de Israel y los territorios ocupados de Palestina) el encargado de la protección de las embajadas israelíes en el exterior, cuando es de público conocimiento que esa función es cumplida por una sección del Mossad ligada específicamente a la protección del cuerpo diplomático zabra. La disparatada “Infamia” llega a postular como una de las evidencias centrales (de su tesis) el hecho que determinados empleados del edificio de Pasteur lograron esquivar la muerte  gracias a que  habrían sido informados previamente por agentes de inteligencia israelíes, de que ese fatídico día del 18 de julio se produciría el atentado.

De esa manera, Salinas señala a varios sobrevivientes, que perdieron amigos y colegas, como cómplices del asesinato de sus compañeros y amigos de trabajo. Ese es uno de los casos subrayados por Salinas, quien hace referencia al ejemplo de dos telefonistas de AMIA:  una de las cuales fue asesinada, Verónica Goldemberg, mientras que la otra, Lucía Rojman, logró salvar su vida porque esa mañana se quedó dormida. Según el autor de esta infamia, esa suerte diferenciada se explica porque la segunda contaba con “suficiente información” que le permitió salvarse. Salinas concluye que “es imposible no sospechar que hubo quienes fueron advertidos de no pisar Pasteur 633 el fatídico 18-J”, homogenizando a los policías de la Federal (que abandonaron llamativamente el lugar) con los empleados que velaron a sus amigos y compañeros durante los días sucesivos.[5] El ultraje deslizado por Salinas es homólogo a la versión difundida por quienes acusaban a los sobrevivientes de la dictadura de 1976/1983, o de la Shoá, como cómplices de los crímenes de los genocidas.

El mismo procedimiento de sembrar sospechas sobre familiares y colegas de los asesinados es el que motiva a Salinas a culpabilizar a una socióloga, Beatriz Gurevich, de haber retrasado su regreso de un fin de semana con su hija en Uruguay, ese fatídico lunes 18 de julio, gracias a la advertencia realizada por su marido, un supuesto integrante del Mossad en Argentina, a quien Salinas cataloga de katzá, uno de los componentes de la estructura del Mossad, que esa central de inteligencia mantiene repartidos básicamente en Europa, Medio Oriente y Estados Unidos. Lo llamativo de la afirmación es que todos los informes existentes sobre la labor del servicio de inteligencia israelí describen a los katzá como militares de alta graduación, con entrenamiento de tres años como mínimo, atributos y antecedentes de los cuales el marido de Gurevich carecía por completo.[6]

Como elemento destinado a justificar su incoherente proposición, Salinas recurre además a la presencia ese 18 de julio de los dirigentes comunitarios en una audición de la Radio Jai, pretendiendo demostrar que participaban en forma cómplice del asesinato de sus empleados y amigos. El desconocimiento (y tendenciosidad) de la Infamia impide constatar que la ausencia de los dirigentes en el edificio de la mutual se debió a que las autoridades de AMIA y/o la DAIA solían encontrarse en el edificio durante las horas de la tarde, dado que, durante las mañanas, trabajaban en sus respectivas empresas. El horario en el que se realizaban habitualmente las reuniones de directivos era a partir de las 17 hs.[7]

En su visible necesidad de cumplir con sus comitentes, Salinas no trepida en recurrir a miríadas de condicionales e interpretaciones disparatadas, sino que le suma también groseras mentiras y embustes rayanos en la mala fe: uno de los argumentos destinados a descalificar a uno de los autores de esta nota remite a que “su medio de vida no es el periodismo. Lutzky es un abogado especializado en marcas y patentes y la mayoría de sus clientes son empresarios judíos.  Perdería a muchos de ellos si siguiera profundizando en quienes fueron los asesinos, sus instigadores y motivaciones”. Esta absoluta inexactitud (los principales clientes del coautor son agentes de marcas, ninguno de los cuales es portador de identidad hebrea), prescinde de décadas de público enfrentamiento y denuncia contra el establishment comunitario que Salinas bien conoce desde la época en que él también escribía para el periódico progresista judío, Nueva Sión.[8] En ese mismo tenor, aduce que “es lícito sospechar que Lutzky puede haber sido alimentado por los servicios israelíes  -ya sea por sí mismos o por los ´che pibes´ de la SIDE - para que ofrezca una hipótesis alternativa”.
La catalogación ad-hominem que realiza el autor de la Infamia, es coherente con el despliegue datístico característico de su prosa enrevesada, múltiple en digresiones orientadas a impactar al ingenuo lector o gratificar a los diletantes prejuiciosos, que buscan comprobar lo que ya creen saber: que los judíos son los culpables de todo. Incluso de los actos de los cuales son víctimas. Evidentemente las plumas del pájaro han mutado hacia una tonalidad parduzca. Un cromatismo que su biografía futura ya no podrá omitir.

*sociólogo, periodista y presidente del Llamamiento Argentino Judío.


[2]https://bit.ly/2PehHO7
3]https://clar.in/2CCoJWi 

[4] Salinas, Juan José: La Infamia. Editorial Colihue, Buenos aires, 2018.  Páginas 43-50. 
[5] Salinas, ob. cit., págs.224/5. 
[6]. Thomas, Gordon: Mossad, la Historia Secreta. Ediciones B. Buenos Aires, 2001. Pág. 47 y ss.
[7]. Es innecesario reiterar aquí  la opinión (y cuestionamiento lapidario) de los autores de esta nota sobre la ideología de esa radio y sobre la nefasta conducta de los dirigentes de la colectividad, posicionamientos que no impiden señalar el desvarío del libelo en cuestión.  

[8]. Hecho que explica la condescendencia compartida por los dos interlocutores de la grabación citada, en la que afirman que “Salinas cambió positivamente”: ya no vinculaba al antiguo secretario general de Hezbollah , el jeque Tufaili,  y a su pariente argentino, el médico del presidente Menem  "Alito" Tfeli (a quien llegó a denunciar como presunto organizador del atentado),  a la nomenclatura siria, a Alfredo Yabrán y el tráfico de armas,  ni a los grupos musulmanes irritados con Menem,  sino que ahora como responsables aparecían las propias víctimas. Sobre Salinas pesaba una gran desconfianza debido a que escribía en Nueva Sión y había sostenido desde esas páginas hipótesis opuestas a las inventadas en la infamia. “Pecunia transforms verum videbatur”.

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