Tras la suspensión del partido entre las selecciones de Argentina e Israel, el titular de la DAIA dio a conocer la carta dirigida al presidente de la AFA que se reproduce arriba.
Sin entrar a considerar en esta breve nota las cuestiones de fondo que precedieron a la decisión del técnico y jugadores argentinos (políticas y de seguridad tras amenazas palestinas, así como el interesado y problemático cambio de estadio al Teddy Kollek de Jerusalem), lo cierto es que el actual presidente de la DAIA, proyecta con esta admonitoria declaración un mensaje que por su tono y contenido representa el pensamiento del gobierno israelí, como si se tratara de un "alter ego".de su canciller.
Pero esto tiene historia. En mi libro "Brindando sobre los Escombros - La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento" (2012) expuse el problema, y en "La Explosión" (2017) aporté datos concretos que además contextualizan el alineamiento automático y la participación de la dirigencia en el encubrimiento de los atentados de los 90. Aquí un corto fragmento de "Brindando", libro que ha sido incorporado como prueba (ofrecido por al menos dos de las querellas) en el juicio por encubrimiento que actualmente tiene lugar en Comodoro Py. :
"El alineamiento
acrítico y la obsecuencia generalizada de la dirigencia de la colectividad
judía han sido la nota habitual en las últimas décadas, actitud motivada
muchas veces en viajes, honores y prebendas, más que en
convicciones ideológicas o políticas. (…)
Lo cierto es que hay
temas que en las conducciones comunitarias constituyen un tabú, y que
para los dirigentes no merecen ser siquiera mencionados. Entre
ellos, la existencia de intereses contrapuestos -o por lo menos
claramente distintos- entre Israel y las diversas comunidades
judías. Divergencias que si fueran debidamente asumidas permitirían un
diálogo adulto y no una mera relación subalterna a las necesidades del Estado
judío.
"En al menos dos
oportunidades esa contradicción de objetivos afloró trágicamente en la
Argentina , donde centenares de víctimas fueron
producidas entre judíos argentinos. En primer
lugar, durante la última dictadura militar argentina de 1976
a 1983, autodenominada “Proceso de Reorganización
Nacional”, a la cual Israel le vendió muy importantes cantidades de
armas, mientras la represión afectaba desproporcionadamente a miembros de
la colectividad judía en relación al porcentaje de judíos en la sociedad
argentina, ensañándose especialmente con los detenidos de ese origen, y
con el antisemitismo constituyéndose como ideología oficial apenas
disimulada. Además del suministro de armas, se desarrolló un
canal de colaboración entre el siniestro Batallón de Inteligencia del Ejército
601 y los servicios de inteligencia israelíes, mientras represores
argentinos y militares israelíes coincidían en prestar onerosos servicios
contrainsurgentes en Centroamérica. Las justificaciones
desde Israel pueden ser diversas, desde la necesidad de fortalecer la
propia industria armamentística como vector esencial de supervivencia del
Estado en un entorno de amenaza bélica permanente -para lo cual es
indispensable exportar la mayor parte de la producción- hasta la
conveniencia, con relación al caso argentino, de colaborar con un
gobierno militar que combatía a guerrilleros montoneros que se encontraban
asociados a organizaciones palestinas e intercambiaban entrenamiento y know how
en El Líbano. Las violaciones a los derechos humanos por los
gobiernos receptores de asesoramiento y armas, no eran un impedimento
para el cumplimiento de los objetivos propuestos, cuando eran los únicos
mercados abiertos para las ventas israelíes. Y si los judíos argentinos
eran objeto bajo la represión militar de un hostigamiento y persecución
superior al padecido por el resto de la población argentina, para el
pensamiento sionista clásico “eso les pasaba por no haber ido a vivir a Israel”.
Mientras tanto, las dirigencias judías locales, atadas a esos
intereses y compartiendo algunos beneficios, guardaban silencio y pedían
a sus similares norteamericanas que no alzaran la voz. No había
ningún motivo para alterar la política para con la
Junta Militar argentina.
"El segundo caso en que
los judíos argentinos pagaron cruentamente las consecuencias -en este caso no
previstas- de negociaciones y acuerdos reservados de Israel, fueron los
atentados a la
Embajada de Israel y a la
AMIA y su posterior encubrimiento. Si
bien, como antes mencionábamos, Irán e Israel son hoy
enemigos supremos, desde los años 70 y hasta el atentado a la mutual
judeo-argentina existió una red de tráfico de explosivos y armas
israelíes, norteamericanas y argentinas hacia Irán o hacia intereses
iraníes, que tuvo a Buenos Aires como una de sus bases principales.
Dicho entramado atravesó distintos gobiernos argentinos desde la dictadura y no
fue inventado por el menemismo, si bien fue durante el gobierno de Carlos Menem
que alcanzó su cota más alta y su mayor nivel de descontrol.
Al punto que sobran indicios que señalan a esa misma red de tráfico ilegal como
fuente de la carga explosiva que demolió la
AMIA. Es decir, los perpetradores de las masacres
podrían encontrarse entre quienes tenían negocios compartidos con algunos de
los destinatarios de los ataques.
Otra vez, los judíos
argentinos son víctimas de los juegos de guerra en que participa Israel,
con el aval de dirigentes locales".
("Brindando sobre
los Escombros", capítulo 2, Edit. Sudamericana, 2012)
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