BRINDANDO SOBRE LOS ESCOMBROS

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  Información contra el encubrimiento. A 30 años del atentado a la AMIA, la impunidad y el ocultamiento de lo sucedido tiene responsables. E...

lunes, 7 de diciembre de 2015

MUCHO MÁS QUE DOS



El juicio por encubrimiento del atentado a la AMIA no muestra aún en las primeras audiencias grandes sorpresas.  Recordamos que en esta etapa se juzga en juicio oral la participación de los encausados en maniobras de ocultamiento de la llamada pista siria y en el pago ilegal de más de U$400.000 al imputado Telleldín para desviar las investigaciones mediante una declaración falsa.  Todo ello,  encaminado a cerrar la causa con una mendaz versión del atentado,  dejando fuera del proceso a personajes vinculados al gobierno y a la familia de Carlos Menem.
Uno de los ejes cruciales del debate se ubica en la escandalosa actuación de la dirigencia de la DAIA mientras en los despachos de la SIDE comandada por Hugo Anzorreguy,  en los del juez Juan José Galeano y colaboradores y en los de la propia Casa Rosada se consensuaba la falsa versión a presentar a la sociedad,  mediante el soborno,  la coacción a testigos,  la destrucción de evidencias,  el plantado de pistas falsas y la diseminación de cortinas de humo mediáticas.   La DAIA,  para vergüenza de la comunidad judía argentina,  no fue ajena a semejante estafa moral.  Y si bien sólo su presidente de entonces,  Rubén Beraja,  está en el banquillo de los acusados,  diversas circunstancias evidencian un compromiso más abarcativo con la maniobra clandestina. 


Ese panorama puede proporcionar una de las explicaciones del permanente acompañamiento y respaldo de sucesivas comisiones directivas de la DAIA para con Beraja.   En su declaración indagatoria de semanas atrás,  el propio ex presidente del Banco Mayo se encargó de mencionar una y otra vez  que cada una de sus decisiones contaba con el conocimiento y consentimiento del plenario de instituciones y particularmente de todo el consejo directivo de la DAIA.  Por si al resto de la dirigencia de la entidad se le ocurriera soltarle la mano.   Y,  concretamente,  aseveró como al pasar lo que desde hace tiempo es un secreto a voces:   que la cuestión de la negociación de Beraja con el abogado de Telleldín,  Víctor Stinfale,  (relativa a la novedosa y determinante declaración que luego se obtendría del reducidor de autos a cambio de ciertas condiciones económicas,  con la cobertura de presunto pago de derechos por un supuesto libro),  fue informada previamente a la comisión directiva de entonces.   Es decir,  en esta historia “somos mucho más que dos”.  
Sentado ello,  el imputado procuró en su defensa marcar supuestas distancias o diferencias con Galeano y con Menem.   Pero sin demasiado éxito:  de entre todos los recortes,  carpetas y notas periodísticas que trajo consigo a la audiencia para abarcar casi una década,  apenas pudo seleccionar un par de muy tibias declaraciones, que con esfuerzo "podrían" interpretarse como una "crítica" a Menem.  Frente a los ríos de tinta y cientos de horas de que dispuso Beraja en los medios de comunicación en los 90,  su dificultad para encontrar entre tan abundante material algún disenso sustancial con el menemismo, fue notoria.   Una de las expresiones que según el ex presidente de la DAIA mostrarían su distancia con el gobierno que encabezó el encubrimiento del atentado,  la efectuó en el cerrado marco de en un simposio de dirigentes bancarios, seleccionando ante el tribunal una muy breve frase con la que parecía no avalar ciertos aspectos de la política económica en curso.    Beraja tuvo que explicar ante los jueces el sentido de su crítica,  frente a las abundantes evidencias de una relación estrecha con los coprocesados Galeano y Menem,  y de un involucramiento íntimo y reservado en los avatares de la causa.
En una de las audiencias designadas para la declaración indagatoria de Beraja,  se encontraban en el sector reservado al público las titulares de la agrupación de familares de las víctimas “Memoria Activa”, Diana Malamud y Adriana Reisfeld.  Al rato llegaron al mismo lugar -por primera vez en el juicio-  los incondicionales ex presidentes de DAIA José Hercman y Jorge Kirszenbaum.  Fueron increpados por las familiares,  que les preguntaron a viva voz si venían a acusar o a defender al procesado Beraja.  La obvia respuesta no se produjo,  mientras los hombres de la DAIA eran asignados a otra zona para testimoniar su apoyo presencial. 

A diferencia del poema de Mario Benedetti,  no puede afirmarse que “sus manos trabajan por la justicia”;    por más que para parte del establishment el acusado continúe siendo  “mi amor, mi cómplice y todo”.   Lo que seguramente es cierto,  es que son   “mucho más que dos”.  

(Nota publicada en la edición Nº 60 de la revista Convergencia,  que puede descargarse AQUI )

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