BRINDANDO SOBRE LOS ESCOMBROS

LA CENSURA QUE DERRIBÓ UN CANAL

BRINDANDO SOBRE LOS ESCOMBROS. ACCESO AL LIBRO

  Información contra el encubrimiento. A 30 años del atentado a la AMIA, la impunidad y el ocultamiento de lo sucedido tiene responsables. E...

lunes, 3 de agosto de 2015

LOS INTERESES CONTRAPUESTOS


Desde la llegada de Ahmadineyad a la presidencia de Irán no ha cesado de escalar la tensión entre dicho país e Israel, Estados Unidos y las colectividades judías del mundo.  Las reiteradas amenazas de líderes iraníes de borrar de la faz de la Tierra a Israel,  y los amagues del Estado judío de atacar a Irán para intentar abortar sus planes de desarrollo nuclear afectan al mundo entero.  Argentina,  además,  ha denunciado en varias oportunidades la falta de colaboración de la República Islámica con los requerimientos de la Justicia de nuestro país sobre funcionarios iraníes acusados de participación en el atentado a la AMIA,  que en 1984 causara 85 muertes y cientos de heridos.

Es difícil encontrar en la actualidad enemigos más encarnizados que Irán e Israel,  lo que a su vez arrastra al conflicto, voluntaria o involuntariamente,  a las comunidades judías latinoamericanas y europeas,  sumamente expuestas.   Su natural adhesión y simpatía con la existencia y los logros del Estado judío han sido históricamente manipuladas por los gobiernos israelíes de turno para obtener un apoyo a las políticas de cada momento,  incluso aquellas que son repudiadas por amplios sectores de su propia población.   El alineamiento acrítico y la obsecuencia generalizada de la dirigencia de la colectividad judía han sido la nota habitual en las últimas décadas,  actitud motivada muchas veces en viajes,  honores y prebendas,  más que en convicciones ideológicas o políticas.   (…)  
Lo cierto es que hay temas que en las conducciones comunitarias constituyen un tabú,  y que para los dirigentes no merecen ser siquiera mencionados.  Entre ellos,  la existencia de intereses contrapuestos -o por lo menos claramente distintos-  entre Israel y las diversas comunidades judías.  Divergencias que si fueran debidamente asumidas permitirían un diálogo adulto y no una mera relación subalterna a las necesidades del Estado judío.
En al menos dos oportunidades esa contradicción de objetivos afloró trágicamente en la Argentina,  donde centenares de víctimas fueron producidas entre judíos argentinos.     En primer lugar,  durante la última dictadura militar argentina de 1976 a 1983,  autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”,  a la cual Israel le vendió muy importantes cantidades de armas,  mientras la represión afectaba desproporcionadamente a miembros de la colectividad judía en relación al porcentaje de judíos en la sociedad argentina[1],  ensañándose especialmente con los detenidos de ese origen, y con el antisemitismo constituyéndose como ideología oficial apenas disimulada.   Además del suministro de armas,  se desarrolló un canal de colaboración entre el siniestro Batallón de Inteligencia del Ejército 601 y los servicios de inteligencia  israelíes,  mientras represores argentinos y militares israelíes coincidían en prestar onerosos servicios contrainsurgentes en Centroamérica.     Las justificaciones desde Israel pueden ser diversas,  desde la necesidad de fortalecer la propia industria armamentística como vector esencial de supervivencia del Estado en un entorno de amenaza  bélica permanente -para lo cual es indispensable exportar la mayor parte de la producción-  hasta la conveniencia,  con relación al caso argentino,  de colaborar con un gobierno militar que combatía a guerrilleros montoneros que se encontraban asociados a organizaciones palestinas e intercambiaban entrenamiento y know how en El Líbano.   Las violaciones a los derechos humanos por los gobiernos receptores de asesoramiento y armas,  no eran un impedimento para el cumplimiento de los objetivos propuestos, cuando eran los únicos mercados abiertos para las ventas israelíes.  Y si los judíos argentinos eran objeto bajo la represión militar de un hostigamiento y persecución superior al padecido por el resto de la población argentina,  para el pensamiento sionista clásico “eso les pasaba por no haber ido a vivir a Israel”.  Mientras tanto,  las dirigencias judías locales,  atadas a esos intereses y compartiendo algunos beneficios,  guardaban silencio y pedían a sus similares norteamericanas que no alzaran la voz.   No había ningún motivo para alterar la política para con la Junta Militar argentina.
El segundo caso en que los judíos argentinos pagaron cruentamente las consecuencias -en este caso no previstas- de negociaciones y acuerdos reservados de Israel,  fueron los  atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA y su posterior encubrimiento.    Si bien,  como antes mencionábamos,   Irán e Israel son hoy enemigos supremos,  desde los años 70 y hasta el atentado a la mutual judeo-argentina existió una red de tráfico de explosivos y armas israelíes,  norteamericanas y argentinas hacia Irán o hacia intereses iraníes,  que tuvo a Buenos Aires como una de sus bases principales.  Dicho entramado atravesó distintos gobiernos argentinos desde la dictadura y no fue inventado por el menemismo, si bien fue durante el gobierno de Carlos Menem que alcanzó su cota más alta y su mayor nivel de descontrol.    Al punto que sobran indicios que señalan a esa misma red de tráfico ilegal como fuente de la carga explosiva que demolió la AMIA. Es decir,  los perpetradores de las masacres podrían encontrarse entre quienes tenían negocios compartidos con algunos de los destinatarios de los ataques.
Otra vez, los judíos argentinos son víctimas de los juegos de guerra en que participa Israel,  con el aval de dirigentes locales.     ("Brindando sobre los Escombros", capítulo 2,  año 2012)

Parece que los judíos norteamericanos están comenzando a expresar similares inquietudes sobre las políticas israelíes. Así lo refleja el diario israelí Haaretz en una nota titulada  "Netanyahu's Anti Iran Campaign Doesn't Consider Disastrous Effects on U.S. Jews",   que puede leerse AQUÍ


[1]  Mientras la población judía representaba el 1 % de la sociedad,  los desaparecidos de origen  judío  se estiman en 10%,  diez veces más que su porcentaje sobre la población. Los datos recopilados por el investigador  Edy Kaufman,  el informe CO.SO.FAM Barcelona titulado “La violación de los Derechos Humanos de Argentinos Judíos Bajo el Régimen Militar” (1976-1983) y otros,  consideran que el porcentaje de desaparecidos judíos sería entre un 11% y un 15% del total, que en dichos estudios se estima entre 12,000 y 20,000 víctimas..

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