NOTA PUBLICADA EN REVISTA CONVERGENCIA nº 58, de Julio 2015. La revista puede DESCARGARSE AQUÍ
por Horacio Lutzky*
El 6 de agosto de 2015, ante el
Tribunal Oral Federal Nº 2, debe
dar inicio el demorado juicio oral
por el encubrimiento del atentado a la
AMIA. Su seguimiento y análisis puede
y debe hacerse desde dos puntos de
vista, no siempre coincidentes. El primero
de ellos, el jurídico, atado a necesarias
formalidades y a la preservación
del principio de inocencia, pero también
a recursos dilatorios, postergaciones,
y trampas burocráticas que consiguen
la dilución o directa extinción de
las acusaciones por el mero paso del
tiempo. Así por ejemplo ocurrió con el
hermano del ex presidente Carlos
Menem, Munir Menem, quien se encontraba procesado
por su intervención central en la protección del
empresario sirio Alberto Kanoore Edul y la obstrucción
de la llamada “pista siria”, pero murió en noviembre de
2010 sin condena. El otro plano es el político, ético e
histórico, del cual surgirá una contundente pintura de
una época trágica para la Argentina, y para su comunidad
judía en particular.
En el primer aspecto cabe señalar que el inminente
juicio oral tratará sobre buena parte de las maniobras
de ocultamiento (no todas) mediante las cuales
poderosos miembros del gobierno de Menem con la
participación de funcionarios judiciales, de inteligencia
nacional y extranjera y policía federal, más el entusiasta
acompañamiento del establishment de la comunidad
judía, desviaron intencionadamente la investigación
y protegieron a personajes muy cercanos a la
familia presidencial. Dos facetas del encubrimiento
serán juzgadas: el ocultamiento de la pista siria, y el
armado de la pista falsa de los policías bonaerenses
mediante el pago de un soborno de más de
U$400.000 a Telleldín. Quedan por ahora afuera otros
hechos vinculados como, por ejemplo, los “aprietes”
del ex comisario -y asesor del ex titular de la DAIA
Rubén Beraja- Luis Vicat a los detenidos Huici,
Barreda y Araya para que dijeran haber visto una
camioneta Trafic en determinado tiempo y lugar, aportando
con ello a la historia oficial. Vicat se encontraba
procesado por “extorsión”, pero la Cámara consideró
que se lo debe indagar por “coacción”.
Juan José Galeano –en aquél entonces titular del
Juzgado Federal n° 9-, Eamon Mullen
–ex titular de la Fiscalía Federal n° 9-,
José Carlos Barbaccia –ex Fiscal
adjunto de la Fiscalía Federal n° 9-,
Hugo Anzorreguy –ex titular de la
Secretaría de Inteligencia de Estado-,
Patricio Finnen –ex agente de inteligencia
de la SIDE-, Carlos Alberto
Telleldín -último poseedor del motor
cuyo fragmento numerado apareció
entre los escombros de AMIA-, Ana
María Boragni –pareja de Telleldín al
momento de los hechos-, Víctor
Stinfale –abogado defensor de
Telleldín- y Rubén Ezra Beraja –ex
titular de la DAIA-, serán juzgados con
relación al soborno pagado a Telleldín para comprarle
una declaración falsa. Se les suman Carlos Menem
–Presidente de la República Argentina entre 1989 y
1999-, Juan Carlos Anchézar –ex subdirector de la
SIDE-, Jorge Alberto Palacios –ex Comisario Mayor de
la P.F.A-. y Carlos Castañeda –ex Comisario de la
P.F.A.-, con relación al encubrimiento de Kanoore Edul
y en sentido amplio de la pista sirio-iraní-local.
Hasta aquí lo formal, que transcurrirá por los enrevesados
meandros de la Justicia, con sus méritos y
avances de los últimos años en la causas por crímenes
de lesa humanidad, pero también con sus limitaciones
frente a procesos complejos.
No menos relevante que el resultado del proceso
judicial es el juicio ético y moral sobre la desgraciada
actuación de la dirigencia comunitaria desde los atentados
y hasta la actualidad, evaluación de necesidad
insoslayable. En este punto, nadie se sorprenderá si
adelantamos la conclusión: la mayoría de los dirigentes
judíos traicionó a su comunidad y, guiados por
otros intereses, operaron a favor del encubrimiento y
la impunidad. Son parte del problema, no de la solución.
Y, hasta tanto efectúen una profundísima autocrí-
tica de lo actuado y un repudio del contubernio protagonizado
por las anteriores gestiones, carecen de toda
legitimidad para encabezar cualquier reclamo de justicia
y para hablar en nombre de una colectividad agraviada
con su conducta.
En cuanta oportunidad surgió alguna chance de
avanzar a fondo en búsqueda de la verdad, los dirigentes
de DAIA seguidos por la AMIA y por el plantel
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de abogados se alinearon sistemáticamente en defensa
del secreto y de los encubridores. Los ejemplos son
muchísimos, demasiados, y no alcanzarían las páginas
de esta edición para referirlos. Mencionemos aquí,
a vuelo de pájaro y solo por su enunciado, apenas
algunos episodios paradigmáticos:
• cuando estaba por conocerse el video donde
se apreciaba al juez Galeano negociando con Telleldín
el soborno y las fotos que a cambio tendría que reconocer,
quien presionó a los medios para que no lo
difundieran fue Beraja;
• cuando el prosecretario del juez Galeano,
Claudio Lifschitz, reveló cómo el juez y el gobierno de
Menem habían ocultado pruebas y decidido plantar la
pista falsa de los policías bonaerenses, quien lo querelló
por “violación de secretos” fue la querella AMIADAIA;
• cuando en el juicio ante el TOF 3, que analizó
la vergonzosa instrucción de la causa por Galeano, el
tribunal reclamó que se levantara la obligación de
secreto y se autorizara a declarar a los agentes de la
SIDE respecto del pago ilegal a Telleldín (negado por
la DAIA), quien se opuso fue la abogada de la DAIA (y
de Beraja). Según el auto de procesamiento, Beraja
brindó su apoyo al trato con Telleldín. Una de las primeras
medidas que dispuso Néstor Kirchner tras asumir
el gobierno fue disponer por decreto el levantamiento
del secreto de los agentes de la SIDE convocados
a declarar, probándose así el pago ilegal, para
disgusto de la DAIA y sus abogados;
• cuando en noviembre de 2001 estaban por
declarar los policías federales que el 18 de julio de
1994 dejaron como zona liberada la sede de la AMIA,
la DAIA para reconfortarlos entregó una placa de
homenaje a la Policía Federal por “la tarea de investigación
realizada con respecto a los atentados terroristas
contra la embajada de Israel y la AMIA”, con la presencia
de los después procesados comisarios
Palacios y Santos;
• cuando la entonces Secretaria para el seguimiento
de las investigaciones Nilda Garré pidió investigar
el “encubrimiento del menemismo” e ir por la pista
siria, el titular de la DAIA José Hercman acordó con los
fiscales Müllen, Barbaccia y Nisman que éstos denunciarían
a la funcionaria -con un motivo falso-, reclamando
y obteniendo Hercman su inmediata remoción
por parte del complaciente presidente De la Rúa;
• cuando en diciembre de 2009 el juez Ariel Lijo
corrió vista a las querellas para que acusen a los imputados
por el encubrimiento, la querella AMIA-DAIA
trastocó su papel asumiendo el carácter de defensora
del imputado Beraja, y expresando que la acusación
es equivalente al libelo antisemita sobre “una conspiración
internacional del pueblo judío para dominar el
mundo”. Los presidentes de AMIA y DAIA (Guillermo
Borger y Aldo Donzis) con el patrocinio del Dr. Miguel
Angel Zechin expresaron “que hoy esté sometido a
proceso es un dislate para el que nos faltan calificativos”.
“En calumnias como ésta han abrevado los más
acérrimos antisemitas en el mundo entero”.
Sugestivamente, asumieron que “junto con él, se
arrastra en tal acusación a toda la dirigencia comunitaria
de aquélla época”, que por lo visto aún sigue
siendo de esta época. Luego, calificaron de “desvergonzada”
la acusación contra Beraja, señalando que
ella obedece a la voluntad de transformar a la víctima
en victimario, dentro de la “fantasía” de la existencia
de un complot encubridor. Nada más alejado de la realidad,
dijeron Borger y Donzis en su presentación ante
la Justicia.
• cuando comenzó el proceso de destitución en
juicio político del juez Galeano, sus testigos a favor
fueron dirigentes de DAIA;
• cuando el intendente porteño Mauricio Macri
propuso como jefe de la Policía Metropolitana al comisario
“Fino” Palacios -actualmente procesado por
encubrimiento y a punto de ir a juicio oral- sus más fervorosos
apologistas fueron los ex presidentes de DAIA
Jorge Kirszenbaum y José Hercman y el ex vicepresidente
Roberto Zaidemberg.
Podríamos seguir con muchos otros episodios, o
analizar la larguísima historia de intereses contrapuestos
de dirigentes y algunos abogados de la querella
oficial, representando a víctimas de los atentados
y manteniendo al mismo tiempo estrechos vínculos
sociales, políticos, comerciales o profesionales, con
sospechosos de formar parte de la trama del encubrimiento.
La conclusión debería ser escandalosamente evidente:
principios elementales de decoro, prudencia y
sentido común indican que las entidades DAIA y AMIA
no ostentan legitimidad moral para representar y
hablar en nombre de las víctimas del brutal atentado.
No, al menos, hasta que corrijan el rumbo, repudien la
herencia de los 90 y comiencen sin ninguna demora la
más profunda evaluación y autocrítica sobre su actuación
y su innegable cuota de responsabilidad en la
impunidad que aún hoy subsiste.
* Periodista y abogado. Autor del libro “Brindando
sobre los Escombros”
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